CIC Colectivo La silla

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Chile

viernes, 13 de junio de 2008

Teresa Melo- Cuba

Agua / eau / toilette

He tenido en las manos Amarige del Givenchi.
Algunas otras cosas olían tan exquisitamente
como Amarige de Givenchi.
Otras no tenían su color o su aire.
No sería pedante atraer hacia acá
- este lado del planeta, o de mí, planeta-
el olor del jazmín violentando mi sueño
en una casa que ya no es.
Todo olor tuvo su casa.
Podría ser viceversa.
He vivido en casi todas las casas del mundo,
lo que sería decir que he vivido
en casi todos los olores del mundo.
Una casa no la música
olió amargamente a orquídea y a suicidio.
He dejado de creer en las orquídeas,
he dejado de perdonar los suicidios.
El de nombre de Karin sigue detenido en el aire
esperando el gesto mío que no sucederá.
Ignatius repite mientras cae:
soy el innombrable.
Se llenan de agua,
entierran el pecho en un metal,
entran al fuego.
Duermen dulcemente perdidos para siempre.
Pero los suicidados somos nosotros.
Se descubre cuando ya no podemos hablar
y estamos solos ante una pretendida y falsa
eternidad.
Somos nosotros. Aspirando
aire enrarecido, corriendo como perros
cegados
que buscan el resplandor del mar.
Torcer el cuello y ser silencio.
Esos, esos. Para no volver.
Exquisitamente. Como Amarige de Givenchi.


Anäis / Anäis / Anäis

Para la ocasión en que el cigarrillo avanza y
quema, Opium / Saint Laurent. Para el momento
de la suplicante, arrodillada en el cuerpo
interior, balante, atropellándose: algún
Habíbi dulce que la salve dulce que la salve.
En el lugar de los actores, marionetas movidas
Para mí, voyeur de fuerza, uno que pueda
Persistir sin consecuencia, uno que no derive:
Fresa Gel de Fresa. A la estación segura
en la que se cobija y espera y se musica, se
inciensa y mezcla con hielo y ginger ale: Amarige
de Givenchi. Para el tejido blanco y tokonomas
unos todos a la mar, el puente
fabricándose, engavetado el dolor / pain / dolor,
y yo que todo lo armo con fe en la
permanencia de la fragilidad, esa dispersión
fuera sólo Eternity. Fundido y olfateante por la
calle de Cuba, por el hilo en relieve que es
Cuba, para el marinero que se acoda solísimo
en la barra, tragando cerveza, espuma
envanecida se devora y es Cuba: podría ser Savage.
Agotado todos los olores: lo que pudiera ser la
hora violeta o la mar: esenciales Violetas:
avanzar y quemar, balante, atropellándose, uno
que no derive, espera y se musica, el puente
fabricándose, se devora y es Cuba: el Olor que las
revistas ya no pueden mostrarnos.


Cuaderno del mal amor

Es cierto. No atravesaremos este mar
ni le conoceremos su probable semilla.
Cómo el pájaro en el nido vacilante
cercado por el mar y el sueño, su intención duradera
el equívoco de los altavoces ahogando la alta voz.

Cercados por las aguas los ojos que
adivinaron la fijeza
de los ojos de Elia en flores temporales,
cercadas por las aguas
las piernas de quienes no pudieron
caminar por las aguas, cercadas
por las aguas las canciones que perdieron
su mitad tras esas mismas aguas.

El viaje de la memoria en torno a esas señales
se irá desdibujando,
uno y otro morderán su cola,
uno y otro arañarán la piedra
pero el limo inunda esa piedra
lamida interminable por el agua.

Vamos siendo nuestra propia isla
arriesgando leyendas sobre los límites del mundo
nos sentamos a desgranar consejas
palabras traídas por otros
pero todo lo desconocemos.
Podría no haber nada más allá de las aguas
podrían mentir los libros y los noticieros
y nunca lo sabríamos.

Cercados por las aguas usamos trucos infantiles contra
la desmemoria, elementales carnadas, por lo común,
inútiles, cuando está a punto de ser barrido por las aguas
quien siempre estuvo a merced de las aguas.

Una voz en La Habana:
- vamos a jugar a quiénes de los que están aquí
pudieran estar en cualquier parte del mundo ahora.
Otra voz:
- nadie.

Nosotros podríamos estar en cualquier lugar del mundo
ahora mira qué fácilmente
uno abre y cierra la ventanas
cuando el viento final igual las atraviesa
así de fácil podríamos
pero mira qué fácilmente
uno no es el extranjero de ningún lugar
uno no está nunca de regreso
Esa calle otra calle
y el único rostro anda por ellas movido por el
ademán del director de escena

Todo parece estar listo para un gran final:
una manera de rasgarse con elegancia el estómago
o una gaviota congelada sobre las risas mudas
de extraños que bailan a otros extraños abrazados

Mira qué fácilmente
una voz en La Habana
nos borra –lo pretende-
pero el final de la película
ni la voz en off ni dios ni yo lo conocemos

Tiene que haber un modo menos amargo
de salvar la luminosidad del cielo
para la foto infinita del turista
La isla cae en mí
como el martillo del juez sobre la mesa
sobresalta los rostros más inocentes
La isla está en mí
mira qué fácilmente lo decimos
lo que sabemos si vamos a salvar ningún cielo
ni a cruzar seguro la esquina
donde dos voces se interrogan y dicen:

vamos a jugar a quiénes de los que están aquí
pudieran estar
en cualquier lugar del mundo ahora.


Breve reseña

Teresa Melo nació en Santiago de Cuba en 1961. Estudió Filosofía en la Universidad de La Habana. Editora de la revista Cúpulas, del Instituto Superior de Arte. Actualmente trabaja en la Editorial Oriente de Santiago de Cuba. Ha recibido el Premio de la Crítica en 1999. Ha publicado El libro de Estefanía, 1990 y El vino del error, 1998.

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