CIC Colectivo La silla

CIC Colectivo La silla
Chile

miércoles, 28 de enero de 2009

Rodrigo Verdugo - Santiago, Chile


PRIMER ANUNCIO

Nos descarna la noche y se nos pegan todos los vuelos
Las manos han quedado abiertas
Para demostrar que los vientos han errado
Oyes esa harapienta vibración, si es la nuestra y es mejor ignorarla
Somos borrosos para los dioses tanto como ellos lo son para nosotros
Vamos vestidos con agujas quemadas, agotamos el primer ojo
Para que guardar memoria,
Si solo hay viento y agua operando en el brote de los seres inviolables
Las memorias alzaron la luz como limite primitivo
Habrá veces en que nos echen fuego o niebla encima
Para distinguirnos de eso que hubo entre el cielo y la copa del derrumbe.
Nadie ha descubierto nuestra cofradía,
Porque hablamos un idioma en clave
Entre la bruma accidentada y los lechos mancos
Llevamos atada a la espalda la quimera investida de cera.
Esta mañana se levanto el polvo,
Atisbo esa continuidad que se asoma al día
Un tiempo accesible del que se sale con pies de silbidos hacía las casas
Para entrar y salir de ellas, golpear las puertas mientras abren
Y no es nadie
Mientras vuelven a golpear y de nuevo abren y de nuevo no es nadie
Pero alguien hace cálculos, sumas y restas con esos golpes y comprueba
Que el mensajero fue cubierto por constelaciones marinas y anillos venenosos
Y llama a las líneas a advertir
Que las manos del cielo se basan en las retenciones.
Él con nosotros hace una sola cadena, esa sola cadena que hacemos
Con los ángeles que crecen hacia abajo en retribución a la madera
Con las animas genitales que marcan con oxido de zinc sus territorios
En los muros de las cavernas, ahora son distintos los umbrales,
Como el agua que se desengaña
Un renegado magnetismo nos enmascara,
Bañamos las armas en el leproso centelleo
El espacio que ocupamos dentro de la noche se vuelve niebla
Niebla que codicia la fragmentación del cuerpo.
Es mejor ignorar que nuestras raíces se abandonaron a cielos equivocados
Que al nacer interrumpimos a esas serpientes
Que son las herramientas de la tempestad
Es mejor no guardar memoria, todos vivieron bajo una lámpara culpable
Lo sumergible del mar primero fue hecho en el cielo
Miramos hacia atrás y vemos al fulgor derribar una hilera de días.
Es otra la mirada como la del hombre que se mira fijamente en la mujer
Y descubre que ha convivido con el relámpago
Que encamina a la sangre hacia un camino invisible
Con la clave que castiga las piedras, para que la luz se quede a solas con la muerte.
Descubre que ha agitado pájaros y espejos para que el infierno envejezca
Descubre que ha dejado cubierto de brisas el árbol sexual que releva a la muerte
Descubre que dos temblores se quedaron para siempre frente a frente.


OCTAVO ANUNCIO

“Es cuando los vestidos se llenan de agua negra, Mientras crece un opaco y turbulento sueño” Victoriano Vicario

Ni con tierra de desierto escarmientan los imanes
Nosotros tampoco, ni nuestros ojos, ni nuestras manos
Que juegan a bautizarse en una mano de fuego
Hasta que los ojos quedan como formulas,
Hasta que las manos quedan como engranajes en tinieblas
Y listo queda el cuerpo ya para su condena
O para ver su parentesco en una mano de fuego
O para luego olvidarlo y andar por todas partes señalando
Esa iluminación que le teme a las piedras
Ese fuego que murmura cuerpos ocultos sobre el cuerpo
Esa sangre que solo propone ruinas.
Se remontan tarde los ojos y las manos
Hasta la más devota orilla del frío
Dejando atrás el trabajo diario de cargar
Arqueólogos muertos, rebeliones de saltamontes,
De descargar luego en cada tina
Casi creyendo ver a la garganta del amanecer
Coincidir con el fondo de las minas donde deben de yacer mis madres
Con trigos y polos estériles en las bocas.
La garganta del amanecer pasaba frente a mi puerta
Nuestros vecinos la manipulaban con pájaros envueltos en sabanas
Pasaba seguida de carros funerarios, de peces con ojos de culos
Hasta llegar al final de la calle donde alguien la mordía
Para hacerla coincidir
Con los campanarios donde deben de yacer esperando
Los murciélagos con una cabeza de maniquí entre las patas.
Se remontan ya de noche los ojos y las manos
Hasta ese desacierto brumoso que acompaña a los hilos y a los pájaros
Señalando cabezas pintadas en los barrancos,
Señalando esa luz arrodillada
Casi creyendo ver de nuevo cuando los cubrieron de lilas maléficas
El día que partimos a la guillotina
Que esta vez abierta en tres nos esperaba
Tal como fue planeado, primero los ojos, luego las manos,
Después el cuerpo que listo sin duda quedara
Ya para señalar esa transparencia que nos espía
O para ver predicar a los átomos de nuevo
O andar con las intrigas de los ídolos de goma
Casi creyendo ver que una mano de fuego
Los descuelga de la multiplicidad
Una mano de fuego que sola se remonta al desierto
Donde el sol es derrumbado por gemidos
Donde la noche es impuesta como reducción de tumba
Y nunca se sabe quien traiciona a quien
Desde cuando las venas se familiarizaron con sus pesadillas de líneas
Desde cuando alguien agrando sus entrañas
Para que todas las redes alucinaran.


BREVE RESEÑA


Rodrigo Verdugo: Nace en Santiago de Chile el 9 de enero de 1977. Es Coeditor y articulista de la Revista Derrame. Sub Director de la Revista Rayentru y Coeditor de la Revista "Labios Menores". Su obra se encuentra publicada en diversas revistas y antologías chilenas y extranjeras siendo traducida parcialmente al francés, italiano, portugés, polaco y árabe. Es autor del libro “Nudos Velados” Ediciones Derrame 2002. Ha participado en exposiciones colectivas en España y Portugal. Actualmente trabaja en su libro inédito "Anuncio".

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