Eso dicen
Parece infalible la sentencia.
Se cae la boca con el grito,
pesan las palabras como trenes frenéticos
que atropellan las noches,
el compás del corazón,
la forma de peinarse.
Alguien pronuncia dos palabras
y se desploma el paisaje en la ventana,
deja de salir el agua por el grifo
o sale con desgano, sin sed que la recoja.
Dices adiós y algo se quiebra,
puede ser el espejo o su imagen,
alguna cosa que guardabas,
la secreta esperanza de un algo impronunciable,
su cobarde mudez.
Podríamos andar ligeros de voz y de preguntas,
dos o tres dudas como globos que estallan
sin ruido, sin misterio.
Pero las palabras se cargan de sal y de sonidos
llegan a pesar tanto que un día nos matan
de memoria, de silencio,
qué le vamos a hacer,
si estamos más hechos de palabras que de huesos
y hablar nos cuesta todo.
No los veo venir, no los elijo,
de golpe están ahí, son esto,
una bandada de palabras
posándose
una
a
una
en los alambres de la página,
chirriando, picoteando, lluvia de alas
y yo sin pan que darles, solamente
dejándolos venir. Tal vez
sea eso un árbol
o tal vez
el amor.
CUANDO ABRES TU CASA
los amigos entran, escarban,
dejan sus cenizas, sus migas,
la risa en las paredes como una araña.
En el piso la sombra bailando, la goma de los días.
Sus palabras son animales muertos que barres.
Si se marchan,
la casa es una boca de lobo
y quieres huir de sus dientes, del insomnio,
de ti mismo.
Pero con frecuencia los amigos regresan.
Vienen buscando un olor perdido, una moneda antigua,
el hueco de su cuerpo en la silla,
la música que olvidaron.
Entonces,
ya nadie sabe dónde comienza el vacío,
si es mejor estar antes o después de la puerta,
si la luna entra o sale de la casa.
BREVE RESEÑA:
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