Peces muertos
Los peces muertos de la fuente,
¿acaso sienten su frío caído de lo alto?
¿acaso miran con asombro mi nuevo traje
ceñido como un cinturón
de tela revuelta por las aves del viento?
Cada día, en el autobús,
cruzo cerca de ellos.
El hombre de siempre,
inclinado sobre la fuente
pule sus escamas de piedra.
Los peces muertos,
¿en qué piensan
si no pueden nadar?
Pájaro en la boca
Mientras me deshago de los versos
Y las tentaciones de las palabras
Inservibles
De la mujer que duerme a mi lado esta noche,
Intento llamar al pájaro del estrecho tragaluz
Espero salga de la sombra
Como lo adivinaba aquel poema que leí y olvidé.
Le espero... hasta que salga de mi boca
Y desaparezca en el silencio.
Mientras doy la vuelta
De un lado a otro
En el hueco de mi deseo
Tampoco pienso en una muerte
Tan clara como dormir
en este momento.
La ignorante mujer, casi inocente
Sonríe en la penumbra.
Mi idea desprecia el amanecer surgente
Me levanto descubriendo el juego
Nada de pájaros
Las carcajadas de esta mujer son la única verdad.
“No es más que viento”, diré
Repitiendo la frase de Gilgamesh el mesopotámico
Un antepasado raro,
Y vuelvo a besar las rosas del mantel.
El pájaro es un viejo recuerdo
De apoderada noche.
Nuestros caballos
Nuestros caballos
de cola
y madera
y clavos
eran conducidos.
Pero ahora nos patean.
¡Ay de este sopor!
Nuestros caballos
de cola
y madera
y clavos,
nos deshacen
costilla tras costilla.
Es el momento
Es el momento
y su sombra
acaso sea yo.
Es rojo
y me ahoga en su tinta,
el momento;
las metáforas se embisten
contra sus paredes de olvido,
insaciables,
eligen,
por fondo, el infinito.
El momento...
Ay de su ausencia
entre un susurro y otro,
chasquido
igual a este
que se acerca débilmente ruidoso.
Su ligereza es la de un disco
que revolca.
Escucho.
Es el momento
quien viene y se va.
Yo
quien aguarda.
Escalera
Para subirme al cielo
Edifico una escalera
Aunque de leños agrietados.
En esta cima no necesito de profetas
Ni pregoneros de malas mercancías
Señalo con el dedo
Y están presentes:
Águilas, ángeles, mariposas, Ícaros
Los alados todos
Quienes no tendrán jamás
Que inclinar las cabezas
Digamos retorno
Resurrección
Reverdecimiento
Nunca caída
Y será la alegría como tocar la barba de Dios.
Digamos espacio
Despacio
Y podremos extendernos
Alargar las piernas
Y los pasos
Jamás digamos abismo.
La vida es confiar
Experimentar la escalera
En cada escaño
No más palma podrida
No más mirar abajo
Es la trampa del suelo.
BREVE RESEÑA
Abdul Hadi Sadoun. Poeta iraquí, además es narrador e hispanista .
Nació en Bagdad en 1968 y reside en Madrid desde 1993. Desde el año 1997 codirige la revista y publicaciones de ALWAH, la única revista cultural en lengua árabe en el territorio español dedicada a las letras árabes, especialmente, la literatura del exilio.
Los peces muertos de la fuente,
¿acaso sienten su frío caído de lo alto?
¿acaso miran con asombro mi nuevo traje
ceñido como un cinturón
de tela revuelta por las aves del viento?
Cada día, en el autobús,
cruzo cerca de ellos.
El hombre de siempre,
inclinado sobre la fuente
pule sus escamas de piedra.
Los peces muertos,
¿en qué piensan
si no pueden nadar?
Pájaro en la boca
Mientras me deshago de los versos
Y las tentaciones de las palabras
Inservibles
De la mujer que duerme a mi lado esta noche,
Intento llamar al pájaro del estrecho tragaluz
Espero salga de la sombra
Como lo adivinaba aquel poema que leí y olvidé.
Le espero... hasta que salga de mi boca
Y desaparezca en el silencio.
Mientras doy la vuelta
De un lado a otro
En el hueco de mi deseo
Tampoco pienso en una muerte
Tan clara como dormir
en este momento.
La ignorante mujer, casi inocente
Sonríe en la penumbra.
Mi idea desprecia el amanecer surgente
Me levanto descubriendo el juego
Nada de pájaros
Las carcajadas de esta mujer son la única verdad.
“No es más que viento”, diré
Repitiendo la frase de Gilgamesh el mesopotámico
Un antepasado raro,
Y vuelvo a besar las rosas del mantel.
El pájaro es un viejo recuerdo
De apoderada noche.
Nuestros caballos
Nuestros caballos
de cola
y madera
y clavos
eran conducidos.
Pero ahora nos patean.
¡Ay de este sopor!
Nuestros caballos
de cola
y madera
y clavos,
nos deshacen
costilla tras costilla.
Es el momento
Es el momento
y su sombra
acaso sea yo.
Es rojo
y me ahoga en su tinta,
el momento;
las metáforas se embisten
contra sus paredes de olvido,
insaciables,
eligen,
por fondo, el infinito.
El momento...
Ay de su ausencia
entre un susurro y otro,
chasquido
igual a este
que se acerca débilmente ruidoso.
Su ligereza es la de un disco
que revolca.
Escucho.
Es el momento
quien viene y se va.
Yo
quien aguarda.
Escalera
Para subirme al cielo
Edifico una escalera
Aunque de leños agrietados.
En esta cima no necesito de profetas
Ni pregoneros de malas mercancías
Señalo con el dedo
Y están presentes:
Águilas, ángeles, mariposas, Ícaros
Los alados todos
Quienes no tendrán jamás
Que inclinar las cabezas
Digamos retorno
Resurrección
Reverdecimiento
Nunca caída
Y será la alegría como tocar la barba de Dios.
Digamos espacio
Despacio
Y podremos extendernos
Alargar las piernas
Y los pasos
Jamás digamos abismo.
La vida es confiar
Experimentar la escalera
En cada escaño
No más palma podrida
No más mirar abajo
Es la trampa del suelo.
BREVE RESEÑA
Abdul Hadi Sadoun. Poeta iraquí, además es narrador e hispanista .
Nació en Bagdad en 1968 y reside en Madrid desde 1993. Desde el año 1997 codirige la revista y publicaciones de ALWAH, la única revista cultural en lengua árabe en el territorio español dedicada a las letras árabes, especialmente, la literatura del exilio.
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