TE TENGO TODO MARCADO
como un yacimiento arqueológico.
No es extraer los restos de ti lo que persigo
–ruinas de una ciudad tallada en la arenisca–
lo que quiero es penetrarte
–taladrar la piedra de tu cuerpo–
y este sexo cóncavo de mujer
se vuelve inútil para mi deseo.
Cavo en tu ombligo
para entrar por el flujo de tu sangre.
Vacío mi espíritu como aire en tu boca
y con ojos acuosos te veo respirarme.
Ya se que no necesito de piel para tocarte
no es eso
yo quiero hacerme una cueva en tu cuerpo.
Flexiono tus rodillas bajo mis axilas
como los brazos de un taladro.
–Las aceras que rompo
son las de tu calle–.
Con mis pestañas barro
el polvo que levanto de tu frente
y no me detengo hasta que soy tú
y tu sexo es el mío hasta que soy yo
quien está dentro.
DESDE LA ORILLA QUE SÓLO ME LAMES
y que soy una alfombra de conchas vacías.
Pero donde ya no se hace pie
y los muertos flotan
soy la tierra en la que penetras y te filtras.
ME HE COLOCADO LA VENDA CON CUIDADO
–como un velo de novia–
y he caminado hasta el centro del corro
–como camino al altar–.
La gallinita ciega, la gallinita loca.
Ellos están ahí, pero sólo son fragmentos:
un par de brazos, un ojo abierto, un mentón…
Los voy acumulando.
Quiero hacer un montoncito con todos ellos
para construir mi castillo de arena
y sentarme a esperar la gran ola.
Tan pancha, tan loca
–como una reina–.
YO SÓLO QUERÍA BORRARTE DE MI CUERPO
Nada más.
Buscaba hombres como manoplas de crin para frotarme con fuerza
hasta eliminar toda la piel muerta.
Desmaquillarme con sus lenguas tu raya de mis ojos.
La máscara de pestañas.
Hombres exfoliantes, purificantes y tonificadores.
Yo no quería comer sus corazones prendérmelos del pelo hacerles budú.
Fuiste un pisapapeles y yo
este montón de hojas secas.
Los quise a todos pero ellos
cuando hambrienta comía de sus manos
cerraban el puño
apretando hasta doler
las horas que se escurren entre los dedos.
Breve reseña
Miriam Reyes (Orense, 1974). Estudió letras en la UCV, de Caracas (Venezuela), donde vivió durante casi catorce años. Ha publicado el poemario Espejo negro (2001). Su segundo libro, Bella durmiente (2004), fue finalista del XIX Premio de Poesía Hiperión. Poemas suyos han aparecido en diversas antologías.
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