CIC Colectivo La silla

CIC Colectivo La silla
Chile

lunes, 4 de febrero de 2008

María Baranda Ciudad de México, México, 1962.

Dylan y las ballenas

1.

¿Qué son, Dylan, esos sonidos que se oyen
desde el blanco bosque
de tu boca de agua?

¿Qué cal ardiente alimentaste
en tu ciudad de tiempo ya vacía?

¿Qué piedra arrojó por ti
el grito de ese Herodes de paja y sal
que estremeció tu sangre?

¿Qué santo a punto de caer
ya se desploma entre las vetas cálidas
que desgarran tu herida?

En dirección al mar,
bajo la luz del búho,
está mi vida imaginada por el poder de un muerto,
precario príncipe a orillas de este cielo,
que me permite hablar al fuego del guerrero,
poder decir mi sombra en la ebriedad del agua
donde nombrar la luz es dibujar la noche,
abrir el cáliz a la razón del alba.

Aquí la muerte mantiene su dominio,
donde alguien, acaso un dios
esclavo de la lluvia,
un olvidado monarca de las cosas,
se abre ávido al silencio de la sangre
en el vértigo y el miedo de la noche
para decir que va, que arde profundo
en las copas de polvo que gotean su sed en el vacío.

Esta es la hora en que conozco la parte rota de mi historia,
fragmento cincelado sobre la fría noche del suicida.




Ficticia

(fragmento)

Pido la lluvia. Reclamo para mí toda la arena.
Olas y olas que encalan a un mar de espinas.
Ríos que me ciñen, fervores marinos,
árboles de untuosa corteza y falsa copa,
llamas de un cielo sobre un bosque de incendio.
Zánganos. Riscos. ¿Quién dispersó la voz del mar
como si fuera el cielo? ¿Quién dijo que volar
era espesar el fuego de la sangre,
el corazón más vivo de los vientos?
Yo deseaba un avión,
una flecha que me propagara por las nubes
rápida y anónima y sin palabras.
Yo quería volar.
Cruzar la sinrazón, la apuesta de la sombra,
la ceniza abierta de las alas.
Era mi privilegio vivir al compás
del insecto en las ondulaciones del agua.
Entonces el campo era la fragancia de mis trece años,
la cuneta abierta para las puertas del exilio y de la gracia.
La pluma veloz en el anuncio de ser la única,
la atronadora luz de los relámpagos
en una noche de fiebre y de extintas tormentas.
No puedo recobrar aquella fábula
perdida en viejos paraísos, la primera vez
inalcanzable en que supe que mi voz sería mi grito.
Me he extraviado en el muro de mis limitaciones.
Busco una sombra en un balcón de un trópico lejano,
una costa abierta a los deseos y la promesa azul
pintarrajeada en una vieja libreta negra para el abuelo:
escribiré en la grieta.
Ahora me tambaleo en las huellas
de mis cuarenta años en un jardín que balbucea,
entre ruinas, antiguos encantamientos.


BREVE RESEÑA


María Baranda Ciudad de México, México, 1962. Poeta, editora y traductora. Ha escrito los libros de poesía: El jardín de los encantamientos, 1989; Fábula de los perdidos, 1990; Ficción de cielo, 1995; Los memoriosos, 1995; Moradas imposibles, 1997; Nadie, los ojos, 1999; Causas y azares, en colaboración con la pintora Magali Lara, 2000; Narrar, 2001; Atlántica y El Rústico, 2002; y Dylan y las ballenas, 2003. Su poesía ha sido traducida al francés, inglés y lituano. Ha obtenido los premios: Iberoamericano de Poesía otorgado por la Villa de Madrid, España, 1998, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, 2003

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